Tomo las monedas.
Las arrojo al vacío
sin mirarlas.
Leo, pienso que leo.
Mi destino cáe al suelo
inevitablemente
y lo miro,
en el suelo.
Deberé levantarlo
sin mirar.
Abrir la palma de mi mano
para saber si sigue ahí.
Tres, seis, nueve
vidas que viviré
mientras voy leyendo.
Y me doy cuenta que la vida
sigue siendo un continuum
de azares.
Si cierro el libro,
¿Se acaba la vida?
martes, 3 de noviembre de 2009
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